“Aislados”. Ese es el adjetivo que caracteriza al hombre del siglo XXI. Al hombre y a la mujer, claro está, no vaya a ser que me pillen aquellos que decían eso de “miembros y miembras”. Creemos que gracias a las tecnologías actuales somos capaces de relacionarnos con más personas y nos equivocamos. Quizás no del todo. Pero estamos muy desencaminados. El mundo se ha convertido en algo mucho más pequeño de las dimensiones que realmente tiene, que podemos recorrer el planeta Tierra de un lado a otro en poco tiempo, aunque sea de forma virtual. Pero en cuanto a las relaciones sociales, hemos llegado a un punto que deja mucho que desear.
Podemos saber qué comen nuestros ídolos, qué canciones están escuchando, conocer a sus mascotas y un largo etcétera, gracias a la ya conocida red social “Twitter”. Somos sus seguidores, les saludamos y esperamos que nos devuelvan el saludo; les preguntamos si tienen pareja, si se van a algún sitio de vacaciones y si han aprobado los exámenes (también los famosos publican su calendario de exámenes como si de un tablón de corcho se tratara). Pero luego somos capaces de subir a un ascensor y no pronunciar la complicada expresión “buenos días”. Puede que no nos lo hayan enseñado en las escuelas, ya sabemos el que el nivel académico español no destaca por su cualidad, pero ese es otro tema.
Lo preocupante es la pérdida de valores que está teniendo la sociedad. Se ha producido un contagio masivo de la enfermedad ”ya te apañarás”. Como si de la propagación de una enfermedad infecciosa se tratara. Y al parecer, no hay antídoto para curar el mal de los seres globales. Estamos creando a personas asociales, personas que no necesitan la ayuda de los demás –o eso creen. Habitamos un mundo global sin siquiera conocer el significado de esta última palabra. La RAE, gran institución donde las haya, define el término “global” como algo “tomado en conjunto”. ¿Conjunto de qué? Que se lo expliquen a los millones de habitantes del planeta que se tomaron al pie de la letra la cancioncita de “por mí, por todos mis compañeros pero por mí primero”. Por mí primero, por supuesto.
Encarnamos ahora a los personajes de la historia que cuenta cómo los habitantes del infierno tienen tenedores para comer que miden dos metros. Nadie logra llevarse nada a la boca porque sólo piensan en ellos mismos y no se les pasa por la cabeza darle de comer al de enfrente. Así estamos evolucionando nosotros, sin darnos cuenta de que ofreciendo nuestra ayuda podemos recibir siempre algo a cambio y no tiene por qué mirarse desde el punto de vista del egoísmo. En una famosa pintada en el norte de Argentina se decía que Somos cultura que camina en un mundo globalizado¸ pero lo cierto es que somos millones de personas recorriendo a ciegas el mismo túnel evitando cualquier tipo de contacto con los otros viandantes. En todo caso, ya les saludaremos por Facebook.
Como se suele decir en estos casos, ¡sálvese quien pueda! Por si acaso, yo tengo mi tenedor, ¿tienes tú el tuyo?
Mari Carmen Montes